Es tan fácil germinar semillas en casa como nutritivo y delicioso comerlas [ Hazlo Tu Mismo/a]

Para esta columna de 3colibrís tenemos el gusto de compartir un artículo elaborado por una autora invitada la escritora colombiana Miriam Tello.

     Misterios son estos que el cerebro humano no es capaz de comprender. Contentémonos, pues, con el ocio de interrogarnos sobre las manifestaciones de una inteligencia por fuera de nuestro alcance. Así me digo cada mañana cuando me acerco a limpiar los germinados de mis semillas. Lo que me dicen, probablemente, es pequeñísimo comparado con lo que me dirían las montañas, el mar, las estrellas…

     Cuando Ana me sugirió escribir acerca de mi “vicio”… así lo llamo yo: vicio de germinar semillas para mi dieta diaria, la primera pregunta que me asaltó… como si nunca me hubiera preguntado al respecto, fue: bueno, ¿y cómo voy a escribir sobre semillas si no sé de dónde salen estas? Me respondí no sin aturdirme un poco: aquí la palabra explicación no tiene ningún sentido, como lo dijo Pessoa.

     Me sorprende el secreto de la vida: son ellas, las plantas… las poseedoras de gran inteligencia. Desparraman vida. Invisiblemente. Cautelosamente. Las invencibles. Mi cortedad no alcanza a comprender cómo trabajan en su crecimiento mientras la noche cae. Y amanece un nuevo día. Con la certeza de que con la luz de neón he puesto a remojar, en una coquita de cristal con suficiente agua, un manojo de simientes de trigo seco, descubro con asombro a la mañana siguiente ¡cuánta agua han tragado! Están a punto de mostrarme sus primeros brotes. Al trigo le gusta estar en un rinconcito, tapado con un velo blanco y poca luz. Ah, pero eso sí: muy bien lavado. Le gusta que le cambie el agua a mañana y noche, que lo jonjoleen en un cedazo de cerdas suaves, mientras voy dejando caer su agua, medio dulcecita, y que tomo para regenerar las células, poner más lustroso mi cabello y quitarme la sed. ¡Oh vida que me das vida!

     Cuando voy a la tienda de semillas orgánicas (nunca contaminadas por productos que llegan a ser venenosos y cancerígenos) no imagino que esas cositas tan diminutas puedan tener tan alta capacidad de nutrición. Antes de comprarlas me fijo en la manera de almacenamiento en la tienda: que los granos no estén sucios, o sea, que estén libres de impurezas, tierra, etc., que no tengan rota su cascarita, pues son muy susceptibles de ser atacados por los insectos y plagas en general.

     Al sacarlos de las bolsas, donde vienen guardados, los echo en frascos, ojalá de vidrio, bien tapados, para evitar los insectos y parásitos que ellos atraen. Para usarlos, lo primero que hago es lavarlos muy bien; es importante dejarlos un momentico en el agua fresca y limpia, para observar si algunos flotan: los que quedan encima del agua y no vayan al fondo de la vasija hay que eliminarlos, pues estos muestran no solamente sus formas inmaduras en el interior de los granos, sino que su liviandad es signo de haber sido atacados por parásitos. Por lo regular pongo en remojo más o menos la cantidad que coja en el cuenco de la mano, a veces la duplico; eso depende de cuánto vaya a consumir en dos o tres días. Esto se descubre con la práctica, como la mayoría de lo que cocinamos.

     Si, por ejemplo, puse anoche las semillas, entonces, hoy en la mañana les boto el agua, las lavo sobre un colador suave y las dejo escurrir un ratico y, luego, las pongo en un plato que no sea plástico. Así quedan hasta la noche cuando repito la operación, salvo que el agua con la que las lavo me la tomo, pues es anticancerígena y regeneradora de células. Esto se repite durante varios días; al tercer día vemos sus primeros brotes: ya se pueden comer. Advierto: después de 5 días no se deben consumir porque acumulan demasiadas proteínas, lo cual no es recomendable.

     Estos deliciosos brotes es mejor comerlos crudos, porque el calor mata sus vitaminas y minerales que son muchos: B1, B3, omega, calcio, potasio, zinc, entre otros; como consecuencia ayudan a prevenir enfermedades de tipo inmunológico: si se consumen con relativa frecuencia evitan gripe y otras infecciones comunes.

     Mezclo estos germinados con ensalada de frutas (de paso es bueno recordar: no juntar en una misma taza frutas dulces y ácidas, es preferible comerlas aparte), ensalada de verduras, arroz integral (una vez servido en el plato), principalmente. A veces, mientras preparo el almuerzo o la comida pico un poco de mis germinados, para calmar la fatiga.

De la misma manera que el cerebro humano no es apto para comprender cómo o qué fuerzas se manifiestan para que las plantas se desarrollen, hay que tener presente que el calor, todo tipo de cableado, aparatos eléctricos, electrónicos, les quitan toda su potencia de vida y capacidad nutritiva, así que: Ojo con ponerlas cerca de estos.     

      Hay otra gran variedad de semillas que recomiendo: frijol mongo, alfalfa, lentejas, etc. En otra entrega les contaré cómo las germino, unas de modo parecido, otras tienen algunas diferencias, que ya les compartiré.

   

   

De las Victorias Tello G.

Miriam Tello, pensadora y poeta colombiana.

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