En el marco de nuestro proyecto «Custodios de esperanza» convivimos con los Q’eqchi’, una comunidad indígena de descendencia maya asentada en el precioso estado guatemalteco de Alta Verapaz en los municipios de La Tinta y San Miguel de Tucurú, sus montañas cafetaleras nos hacen sentir en verdadera paz como su nombre lo indica.
En ésta experiencia de compartir durante un mes con esta particular comunidad, me resultó conmovedor conocer al padre Darío Kaal y visitar la finca San Francisco Javier, en el que el religioso se dedica a la agroecología en un lugar sumamente recóndito, en un territorio donde abunda la ganadería extensiva y monocultivos de café y cardamomo producidos de manera convencional, su historia nos convence de que en toda latinoamerica se están gestando en distintas latitudes iniciativas de defensa de nuestra soberanía alimentaria y nuestras tradiciones. Para esta edición de 3colibrís te compartimos su historia.

Fuente: 3colibrís.
La historia de San Miguel de Tucurú y La Tinta a vuelo de colibrí.
Como la agroecología es una cuestión política y social, además de ambiental, es importante esclarecer un poco el contexto de estos dos municipios, para entender mejor la titánica labor que desarrolla el padre Kaal en este territorio.

San Miguel de Tucurú y La Tinta históricamente, han sido el hogar de la comunidad Q’eqchi’ asentada ahí desde hace cientos de años, una de las 24 comunidades que actualmente viven en Guatemala, con sus tradiciones, costumbres y lenguajes propios. Los Q’eqchi’ tradicionalmente fueron agricultores y guerreros, siempre se han caracterizado por armar revuelo con sus vecinos y tener un carácter fuerte como cuenta Arnold Tun, Vicario Pastoral local e indígena Q’eqchi’.
Sin embargo, en el XIX el discurso del progreso llegó exitosamente a Guatemala, así como en el resto de Latinoamérica, los dirigentes políticos consideraron que nuestra herencia indígena era un obstáculo para el progreso y legalizaron la expropiación de tierras por parte de empresarios extranjeros que llegaran con un modelo productivo, entonces las tierras Q’eqchi’ trabajadas comunitariamente, ricas en agua y biodiversidad pasaron a convertirse en propiedad privada, así llegó el café a el territorio Q’eqchi’, según cuentan las personas de la comunidad.
Desde este momento las comunidades Q’eqchi’, experimentaron una profunda transformación en sus formas de producción, las mujeres se dedicaron a las labores domésticas, mientras los hombres fungían como mano de obra en extensas plantaciones de café, así los Q’eqchi’ se convirtieron en expertos en café.
Desde la guerra civil guatemalteca en los años 70, se gestaron un movimientos sociales que defendían la reforma agraria y la redistribución de la tierra. En La Tinta y Tucurú estos movimientos expulsaron a los terratenientes, en muchos casos de manera violenta y desde ese entonces numerosas familia Q’eqchi’ aquirieron tierras propias sin que ello signifique mejorías en sus condiciones de vida, pues, tener la tierra sin un propósito claro y un proyecto en mente es lo mismo que nada, un aprendizaje valioso para el momento histórico que afronta Colombia en materia de reforma rural, a pesar de que los indígenas tenían tierra, habían sido generaciones dedicadas al café, acostumbradas a vivir del salario que pagaba el patrón por el jornal y con una gran pérdida de conocimientos en agricultura, de manera que este cambio trajo más pobreza al territorio.
«tener la tierra sin un propósito claro y un proyecto en mente es lo mismo que nada, un aprendizaje valioso para el momento histórico que afronta Colombia en materia de reforma rural»

Este periodo, coincidió con el auge del cardamomo para exportar, en este cultivo de origen asiático los Q’eqchi’ encontraron una fuente de ingreso de manera que los Q’eqchi’ dependen económicamente de monocultivos de cardamomo producidos de manera convencional, cuyos precios son altamente fluctuantes con unos suelos cada vez menos productivos y del corte de café en el país vecino Honduras. Un panorama poco alentador.
Cómo nace el proyecto agroecológico en la Finca
En pleno conocimiento de esta situación y con un profundo compromiso social, desde hace años atrás el padre Kaal comenzó a preguntarse sobre el quehacer de la iglesia católica en la comunidad, para este religioso e indígena Q’eqchi’ lo comunitario debe ser práctico, formativo y útil a la comunidad.

La finca San Francisco Javier desde hace años ha pertenecido a la iglesia, pero solo hace cerca de 10 años se comenzó a trabajar de manera agroecológica con apoyo de la comunidad. El padre Kaal, cuenta que inicialmente el terreno era una loma, cuando llegó Fé y Alegría se hicieron modificaciones en los suelos, desde ese entonces en el proyecto han participado campesinos y antropólogos en un diálogo de saberes, para que la producción agroecológica trascienda a lo comunitario, actualmente se cultiva agroecológicamente en dos fincas, la segunda está ubicada en el municipio vecino de Teleman.

La parroquía de La Tinta promueve la defensa de las semillas y las vida. Fuente: 3colibrís.
La finca ha sido una excelente excusa para preservar las tradiciones agrícolas ancestrales de los mayas, entretejidas con algunas técnicas novedosas para los Q’eqchi’: “El control de plagas los hacemos con el Xempasuchil o flor de muerto que funciona como repelente natural en plantas pequeñas, también dejamos que cada planta cumpla su función”, además, para nuestras comunidades los calendarios agrícolas son distintos, por ejemplo para los Quiché del occidente del país se usa el calendario lunar, nosotros nos basamos en el calendario solar, entonces tenemos una diferencia porque los rituales son distintos, pero de todos modos somos mayas, entendemos que la fase lunar controla mucho los procesos, igual que las estaciones.”
«La finca ha sido una excelente excusa para preservar las tradiciones agrícolas ancestrales de los mayas, entretejidas con algunas técnicas novedosas para los Q’eqchi'»
Es gratificante saber que la finca actualmente le da empleo a jóvenes de la comunidad, que aprenden a producir alimentos sin químicos y encuentran oportunidades de generar ingresos localmente. Ricardo, un joven que desde hace 4 años trabaja en la finca nos cuenta que su mamá en su finca ha comenzado a implementar prácticas agroecológicas, como la protección de los suelos y la diversificación de cultivos para tener pancoger.
La finca se ha convertido en un centro de experimentación “todos aprendemos juntos, sobre cultivar y la ecología que es cuidar todas las plantas para que florezca el lugar, porque acá se notan muchos cambios que antes no veíamos.», cuenta Ricardo. En la Finca que no supera las 5 hectáreas se mezclan cultivos ancestrales con semillas que el padre ha recibido de sus amigos viajeros “Tenemos espinacas de áfrica y Belice que me traen los curas que hacen intercambios”

El padre todero
Si algo tienen para enseñarnos los agroecológos, es que en la vida entre más amplio sea tu conocimiento sobre distintos saberes será mejor. El padre Kaal en su finca tiene una diversidad de cultivos, con el ánimo de defender la soberanía y tradiciones Q’eqchi’, en esencia la finca es un espacio para la experimentación, en San Francisco Javier se cultiva:
- Frutales.
- Maíz.
- Tubérculos.
- Maderables.
- Balsamo o (chalampom Q’eqchi’), usado como incienso en los rituales religiosos y como medicina.
- Cacao.
- Carambola dulce.
- Café.
- Chile.
- Amaranto.
- Canela.
- Noni.
- Plantas medicinales, aunque cabe aclarar que todo alimento producido de manera agroecológica puede resultar medicinal.
Además, se crían especies menores para ser utilizadas como alimento.

Retomar la cultura
En la finca el padre Kaal ha priorizado el cultivo de alimentos tradicionales en la dieta Q’eqchi’ como la malanga, el árbol de pan, el chile, la guatila o (chayote en México), el cacao que se introdujo durante la colonia proveniente de áfrica y por su puesto su majestad el maíz.

Purificar y descontaminar y proteger los suelos.
El padre Darío y su equipo han trabajado incansablemente en la protección de los suelos, como bien lo propone la agroecología todo depende del agua y los suelos, es por ello que la primera face del proyecto fue sanar los suelos que por malos tratos se habían enfermado, esto se logró a través del uso de materia orgánica, residuos orgánicos, la protección del suelo con hojas, dejar crecer lo que conocemos como maleza para aportar nutrientes a los suelos y sembrar árboles que dan sombra para crear microclímas y evitar la erosión de los suelos, “la naturaleza es tan sabía que cuando las personas la dejamos ser ella se encarga de sanar hasta el suelo más erosionado”, nos cuenta el padre Darío.

Lo que viene
El padre sueña con formar a su equipo e integrar más a la comunidad, crear redes con otros guatemaltecos que desde distintas latitudes de la apuestan a la agroecología, los cambios tecnológicos son toman años pero lo cambios de mentalidad pueden tomar generaciones, el padre Darío lo sabe bien por eso trabaja de la mano con jóvenes de la comunidad para recordar a los Q’eqchi’ que en la protección de sus riquezas, su biodiversidad y su soberanía está la identidad de este pueblo, pero también depende el futuro de las generaciones y especies venideras, porque al final del día todos somos uno. “Todo viene de la cultura, por ahí deben hacerse los cambios.”
