Emmanuel Quiroga Rendón
Mg. en Estudios Sociales – Universidad del Rosario
Según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), en Colombia existen 2,6 millones de jóvenes, entre los 14 y los 28 años, que viven en las zonas rurales del país. Esto decir, los jóvenes representan el 24,5% del total de habitantes rurales. Sin embargo, estudios como el “Diagnóstico de la juventud rural en Colombia”, realizado por RIMISP en el 2017, plantean numerosas dificultades en torno a las condiciones educativas, laborales y de salud de este grupo poblacional. Una de las conclusiones del estudio señala que “estos jóvenes enfrentan condiciones que los hacen más vulnerables y los ponen en desventaja frente a sus pares urbanos”.

Aún con este panorama, existe un problema adicional: la manera como han sido vistos los jóvenes dentro de los debates públicos y en los análisis académicos. Nurys Silva, en su texto “Los labradores del azar”, menciona que los jóvenes que viven en el campo han sido vistos desde perspectivas diferentes (y hasta opuestas). Por un lado, han sido señalados como promotores del crecimiento económico, mediante la formación educativa orientada hacia la innovación y el aumento de la productividad. Por otro lado, también han cargado con la acusación de obstaculizar el desarrollo rural (debido a su participación en la migración hacia las ciudades o el reclutamiento en grupos armados en el marco del conflicto armado).
Con estos antecedentes, ¿qué podemos hacer para sacar a los jóvenes rurales del ostracismo? ¿Cómo llevaremos a los jóvenes rurales al centro de las discusiones públicas del país? El primer paso es reconocer a los jóvenes rurales como sujetos activos en las dinámicas productivas, políticas e identitarias de los territorios rurales. Sujetos que poseen necesidades, intereses e iniciativas tanto para ellos como para los distintos entornos en los que se desempeñan (familia, escuela, trabajo, amistades, organizaciones, asociaciones). Hay que ser claros: los jóvenes rurales no son promesas del futuro, ni amenazas para el progreso, sino que son actores clave en el aquí y en el ahora.

Para reconocer y apoyar las capacidades de los jóvenes rurales, proponemos tres ejes de acción:
– Atención a la visibilidad de los jóvenes rurales: Sin descontar lo que han realizado grandes instituciones que han trabajado por años en estos temas, hay que poner el foco en el sinnúmero de experiencias impulsadas por jóvenes en todos los rincones del país. Desde organizaciones que intercambian likes de videos en Youtube por árboles sembrados en el corazón de la Amazonía, hasta escuelas de formación deportiva a 3700 metros sobre el nivel del mar, existen procesos protagonizados por jóvenes que están realizando transformaciones a nivel local.
– Vale la pena apostar por la articulación interinstitucional: Los jóvenes rurales tienen necesidades e intereses que deben ser atendidos de manera integral. No obstante, las agendas de las instituciones públicas y privadas plantean acciones segmentadas, orientadas únicamente en las competencias exclusivas de la institución (educación, medio ambiente, salud, empleo y emprendimiento, entre otros). La invitación es generar un lenguaje común en torno al reconocimiento de las necesidades, problemáticas e intereses de las juventudes rurales. También interesa promover una agenda transversal de acciones enfocadas a la generación de oportunidades a nivel local para jóvenes rurales, además de la reducción de las brechas entre este grupo y sus pares urbanos.
– El reto de la incidencia a largo plazo: A pesar de la implementación de programas y proyectos dirigidos a juventudes rurales, por parte de instituciones públicas y privadas, el obstáculo de la sostenibilidad a largo plazo de dichas acciones ha sido una constante. Por otro lado, está la necesidad de generar políticas, programas y proyectos que sean pertinentes para abordar las necesidades e intereses de los jóvenes rurales. Para generar procesos de incidencia más efectivos parece ser necesario comprender de otra manera la sostenibilidad, la cual no sólo se garantiza con recursos económicos sino con un proceso de articulación amplia entre distintos actores. A ello se le debe sumar un diálogo real entre la oferta institucional y las demandas juveniles. Esto significa para las instituciones aceptar –y por qué no, adaptar– las capacidades de los jóvenes, desarrolladas a partir de sus experiencias cotidianas y aspiraciones individuales y colectivas.

Ahora bien, para aterrizar los ejes en acciones concretas para este año 2019, vale la pena comenzar con, al menos, cuatro ejercicios:
- Estrechar lazos entre las distintas organizaciones e instituciones juveniles rurales o que trabajan con jóvenes que viven en el campo. Espacios de periodismo como Semana Rural, El Campesino o 3colibris albergan experiencias valiosas sobre juventud rural. El siguiente paso es generar instancias de comunicación y articulación horizontal entre organizaciones y entre los propios jóvenes.
- Lograr la socialización y discusión sobre los objetivos y líneas estratégicas de los lineamientos de política pública de juventud rural. Este documento, elaborado de manera conjunta por el Grupo de Diálogo Rural, la Corporación PBA y la Red Nacional de Jóvenes Rurales, debe ser compartida en todo el país. Además, debe recibir la retroalimentación de los distintos colectivos, organizaciones e instituciones compuestas por jóvenes o que trabajan con jóvenes. Pueden encontrarlo aquí
- Potenciar el enfoque específico de juventud rural en la formulación y ejecución del Plan Nacional de Desarrollo. Son sabidas las dificultades para establecer un enfoque poblacional de juventud que sea transversal a las acciones de los distintos sectores del Gobierno. El reto de proponer un enfoque similar con juventudes rurales es mucho mayor, pero vale la pena, con el fin de establecer indicadores y metas particulares para este sector social.
- Posicionar la temática, problemáticas e iniciativas asociadas a las juventudes rurales en las campañas electorales de las entidades territoriales (municipios, departamentos). Este es un aspecto de incidencia clave, pues el trabajo fuerte de visibilización del tema se debe llevar a cabo a nivel local. Además, debe empujar a un compromiso de los futuros mandatarios locales en torno al reconocimiento y apoyo de los jóvenes rurales en diversas áreas (educación, empleo, emprendimiento, vivienda, salud, deporte, arte y cultura, medio ambiente, entre otros).

El camino para brindar reconocimiento, capacidades y oportunidades a las juventudes rurales en Colombia es largo. Sin embargo, ¿por qué no empezar con estas acciones en nuestros territorios y espacios de acción?
Bibliografía:
Rimisp (2018). Informe Lineamientos de política para la juventud rural en Colombia. Sin editar. Disponible aquí
Pardo, R. (2017). Diagnóstico de la juventud rural en Colombia. Grupos de Diálogo Rural, una estrategia de incidencia. Serie documento Nº227. Grupo de Trabajo Inclusión Social y Desarrollo. Programa Jóvenes Rurales, Territorios y Oportunidades: Una estrategia de diálogos de políticas. Rimisp, Santiago, Chile.
Silva, N. (2009) Los labradores del azar. Maguaré (23), 471-509.

Una respuesta a «¿Cuáles son los retos (de agenda pública) para los jóvenes rurales en Colombia para este año?»