Por Ana Prada.
¿Cómo comenzar a contar tu historia?, suspiro profundo.
Éste fragmento, es un sencillo homenaje a los ocho millones de colombianos que han sido «víctimas» del conflicto armado en Colombia (Cifras no oficiales de los 8 millones de nombres que hace un año fueron presentados al Papa Francisco en su visita a Villavicencio), que sí multiplicamos por 3 familiares cercanos a cada persona asesinada, podríamos decir que cerca de la mitad de colombianos han sido directamente tocados por el flagelo del conflicto, y me atrevería a decir que todos hemos sido tocados indirectamente por vivir en un país en el que una idea vale más que una vida.
Por cuestiones de seguridad voy a cambiar tu nombre y tu lugar de procedencia, pero, tu sabes que estas palabras son escritas para ti.
Marisol, nació hace 34 años en Balboa, Cauca, tuvo una infancia llena de amor, juegos y risas con sus hermanos, en el campo nunca falta nada, quizá el dinero no sobra, pero, existe otro tipo de abundancia. Cuando llegó ese cultivo al territorio, su familia, como tantas otras familias campesinas encontraron una manera de subsistir, en un Estado protector de la agroindustria foránea, el campesino encontró la manera de pagar la educación, la salud y los gastos del día a día. A la fecha no he encontrado la primera familia que disfrute crecer ese cultivo para fines que no sean curativos y sagrados cómo lo hacían nuestros ancestros, pero, de algo tiene uno que ganarse la papa.

Fuente: 3Colibrís.
Estaba en su adolescencia cuándo Marisol tuvo que dejar su tierra por primera vez, porque algunos actores armados la obligaron, a estas alturas no importa de qué bando fueron, todos son colombianos lastimando a colombianos. Por primera vez en su vida Marisol supo lo que era comenzar su vida de ceros, con todas las dudas, temores e incertidumbres que significa dejar tu tierra para proteger tu vida.
Sin más, Marisol junto a sus hermanos se las arregló para comenzar su vida. En las noches era común revivir episodios del día en el que tuvo que dejar su hogar, sin embargo, ella siguió su vida, se enamoró de un hombre con el que comenzó un hogar y tuvo tres hermosos hijos. Varios años después, sucedió una de esas cosas que son difíciles de explicar, con las que uno tiene que hacer de tripas corazón para entender la cruda realidad del segundo país más feliz del mundo. Una mañana los armados se llevaron a su hermano, e iban por ella, porque al parecer él cometió el delito de defender aquello que nos pertenece a todos.
Así, ella tuvo que dejar de nuevo su hogar, volverse invisible, haciendo tan bien su labor que casi logra hacerse invisible para ella misma. Esta vez con familia a cargo y por segunda ocasión Marisol tuvo que comenzar de nuevo una vida. Con los bolsillos llenos de resiliencia Marisol, encontró un nuevo lugar para ella y su familia, lejos del ruido de las armas y más cerquita del cantar de los colibrís. Ahora ella tiene una de las casas campesinas más hermosas que yo haya visto, llenas de color y de vida, porque dónde abunda el amor nunca falta nada, aún si no abundan los billetes.
Las historias más esperanzadoras y más hermosas de mi país las he encontrado en los rostros de las personas que han vivido el conflicto armado de frente, en el campo, porque acá de eso no se habla en las ciudades, ellos que curiosamente son en su mayoría quiénes nos alimentan, los campesinos. A veces siento que es una ofensa llamar víctima a personas tan resilientes, que se reponen con dignidad a pérdidas dolorosas y deciden asumir el perdón y la reconciliación cómo principio de vida para llevar vidas ligeras, para mí ellos nos son víctimas, son maestros.

Fuente: 3Colibrís.
De hecho, a manera de infidencia les comparto que, emprender con una fundación en un país en el que se cree más en la gran industria que en el pequeño emprendedor social, que nos toca comenzar con las uñas, endeudarnos por nuestros sueños entre tantas maromas que hacemos, he tenido la fortuna de dar con buenos mentores y una de ellas es Marisol, a quién llamo para pedir consejos sobre mi emprendimiento cuándo tengo dudas sobre qué camino coger. Quizá Marisol no es experta en emprendimiento, ni en mercadeo, ni finanzas o esos temas tan importantes para sacar a flote un emprendimiento, pero, es seguro que ella tiene un PhD en parársele a la vida con dignidad y templanza, y esas habilidades que debemos desarrollar los jóvenes para ser siempre custodios de esperanza. Toda esta reflexión me invita a preguntarme ¿Qué tal si dejamos de pensar que Colombia es un país de víctimas y víctimarios?, si nos escuchamos, nos miramos a los ojos, nos perdonamos y construimos país, sin asistencialismos, sin lástimas, sin odios, movidos por el genuino deseo de construir la Colombia que nos merecemos, porque en Colombia la paz se escribe con C de Campo.

Fuente: 3Colibrís.
Toda mi gratitud a Marisol por compartirme su historia de vida, porque estas historias le dan vida a 3Colibrís, para darle cara a los que producen nuestros alimentos para construir paz, y más recientemente darles cara a los comensales, porque para construir paz tenemos que encontrarnos todos, izquierda, derecha y centro, afro, indígena, campesino, hombre, mujer, paramilitar, guerrillero, militar al final del día todos somos colombianos.
Buena chicos, lo programamos en Hojas al Viento.
yupaychani.
Kaya kaman.
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