Estefania Zarate* @ZarAngarita

Cuando vivía en Bogotá, no sabía la diferencia entre la comida orgánica y la “común”. Mucho menos sabía distinguirlas en sabor, y aunque suena raro, sí es posible. Es más, no solo es posible sino que es prácticamente inevitable; tras algún tiempo de utilizar ingredientes orgánicos, el paladar se afina y empieza a reconocer. Mi paladar no se habría “afinado” de no ser porque viví en Dinamarca.

En Colombia, comida orgánica sigue siendo sinónimo de caro, o al menos de tienda especializada. En cambio, en Dinamarca, no hay supermercado alguno que no ofrezca al menos una marca de cada producto con el sello Ø.

El sello Ø significa Statskontrolleret Økologisk, es decir, Orgánico controlado por el Estado. Para obtener el sello, los campesinos, agricultores y productores tienen que demostrar, a través de una serie de análisis y pruebas realizadas por el Ministerio de Agricultura danés, que llevan al menos dos años cultivando (o criando), procesando y almacenando bajo los estándares orgánicos. Además, el gobierno realiza al menos una inspección al año a todos los productores que ya tienen el sello Ø.

No sé a Usted pero a mí me parece casi absurdo que hoy en día necesitemos todo un concepto para definir e identificar alimentos naturales. Porque un producto orgánico no es más que eso, natural. Sin embargo, el extenso uso (y abuso) de químicos en la agroindustria hizo que los procesos agrícolas tradicionales, que respetan la naturaleza, y los productos libres de pesticidas, herbicidas y fertilizantes artificiales fueran excepcionales.

La importancia de comer orgánico se empezó a discutir entre los daneses a principios de los 60’s. En 1987, Dinamarca se convirtió en el primer país del mundo en implementar controles gubernamentales para garantizar la agricultura ecológica. Sin duda, esa es una de las razones por las cuáles ahora, 30 años después, es el país con el mayor consumo de alimentos orgánicos y cuenta con el mercado ecológico más desarrollado, gracias también a las tiendas mayoristas.

El slogan Alle skal ha’ råd til Økologi o Todos deben tener acceso a lo Orgánico está impreso en las bolsas del supermercado danés Netto. La franquicia Føtex Food ofrece más de 1000 marcas orgánicas. Y así, todas las supertiendas promueven el consumo de las marcas con el sello Ø. Sin esfuerzo alguno, tener alimentos orgánicos en mi mesa pronto se volvió norma. Y qué delicia de norma.

La avena, el yogur, las zanahorias, el aceite de cocina, los huevos, la leche, la harina, los bananos, los jugos de fruta y las naranjas son los productos orgánicos más populares entre los daneses, de acuerdo con la Sociedad de Investigación de Consumo (GfK). Mis favoritas, las zanahorias.

Ahora me pregunto, ¿por qué en Colombia, con semejante tierra fértil, no estamos impulsando la producción ecológica? En Dinamarca, un país tan pequeño que cabe 26 veces en el territorio colombiano, la tierra es árida y el invierno es intenso y aún así, cultivan, consumen y hasta exportan orgánicos. ¡Imagínese lo que podríamos estar haciendo en Colombia! Ojalá que pronto en nuestro país se impulse y promueva la agricultura tradicional y que lo orgánico pase de las tiendas especializadas a las tiendas de barrio y supermercados.

* Estefanía es periodista egresada de la Javeriana con tres años de experiencia en medios colombianos. Actualmente vive en Londres, donde realiza el segundo año de una maestría en Periodismo de Finanzas y Negocios.



















Este artículo refleja exclusivamente el pensamiento del autor y no compromete la posición política y/o administrativa de 3 Colibrís.
2 respuestas a «Sin esfuerzo alguno, tener alimentos orgánicos en mi mesa se volvió norma [Dinamarca]»