Maryori
Maryori tiene 2 años vive en la sierra, entre montañas, cultivos de hortalizas y algunas frutas como las fresas y las uchuvas, apenas ha aprendido a caminar, se cae con frecuencia y se vuelve a levantar ella sola, su mamá le ha enseñado que si se cae se levante con una sonrisa. Se levanta todas las mañanas tan pronto amanece para acompañar a su papá a tomar el tinto, todavía no va a la guardería, tiene la fortuna de pasar todo el día con su mami, que es también hija de campesinos, juntas leen cuentos, cocinan, echan agua a los cultivos y cosechan semillas, pues su mamá es una orgullosa guardiana de semillas, a sus dos años Maryori ya sabe que toda forma de vida se debe cuidar.
A la hora del almuerzo comen todos juntos, tus padres, ella y su hermana que está en camino. En la tarde sale con su mamá a cuidar la huerta, a hacer compost, a revisar cómo están las plántulas, si ya es hora de pasar las lechuguitas de la caja de huevos en la que se almacenan todas las plántulas a la huerta. Está aprendiendo que las acelgas no se cortan cuando están bebés que hay que esperar para que las pueda cortar y comer en las sopas que hace su mamá y que tanto le gustan. Cuando sea grande quiero ser como Maryori.
¡Para el campo la paz para la guerra nada!
Samuel
Sam vive cerca de la playa, en un paraíso terrenal, con sus abuelitos, sus padres y tiene a sus tíos y primos como vecinos, todos en la comunidad lo conocen, es muy creativo y directo, él no se queda con nada por decir. Se levanta todos los días a las 5 de la mañana para ordeñar con su abuelito la veintiúnica vaca de la finca, desayuna un manjar de reyes porque todo lo que hay en su mesa es fresco, es de la huerta, se arregla para ir a estudiar, se pone su uniforme, zapatos negros, un pantalón negro y una camisa blanca, manga corta para poder aguantar el calor de la mañana.
Cuando su abuelito no lo puede llevar al colegio se va caminando, cursa segundo de primaria, en clase juega con sus amigos y les cuenta que cuando grande quiere ser campesino como su abuelo, tener una cultivo grande, diverso y abundante para dar de comer a los hambrientos. Cuando llega de clase, come onces, hace tarea y se reúne con su familia para conversar, escucha a los mayores hablar sobre la vida, los cultivos, la política, también juega con su primo José a los vaqueros, así se le pasa toda la tarde hasta que es hora de dormir, da las buenas noches a sus papás y ¡hasta el otro día!
¡Para el campo la paz para la guerra nada!
Leonardo
Leonardo, tiene 11 años, nació en una zona rural abundante, ahí nace lo que usted quiera, cacao, naranja, mandarina, limón, hortalizas, tabaco y sus papás que son campesinos saben como aprovechar esta abundancia. Sus papás tienen un restaurante en el que la mayoría de lo que cocinan viene de la finca, en la mañana Leonardo se va caminando a su escuela. Cuando sea grande quiere ser abogado para cambiar la injusticia que ve todos los días a su alrededor, sin tener mucha claridad de lo que pasa, porque hay cosas que “son de adultos”, él sabe que a veces los soldados lastiman a personas y les hablan feo y que eso no está bien.
Al volver del colegio Leonardo hace tareas, habla con sus papás un rato, visita los cultivos ayuda a cuidar las semillas y en el restaurante, ya sabe preparar vino. A veces, los fines de semana Leonardo es guía turístico de visitantes que de todas partes llegan a conocer su finca, porque es de eso lugares que vale la pena conocer, con una sonrisa Leonardo le cuenta a quiénes lo visitan cuáles son sus platos preferidos que se cocinan con lo que cultiva en su finca.
¡Para el campo la paz para la guerra nada!
No queremos ser la sociedad que expulsa a sus hijos del campo para entregarlos a la guerra, de cualquier bando izquierda o derecha son hijos del campo que se matan, por falta de oportunidades, de educación, de recreación de fuentes de empleo digno, ningún niño o niña toma un arma de verdad por gusto. Desde los gobiernos hay mucho por hacer, bien dijo el Papa Francisco “la buena política está al servicio de la paz”, desde la sociedad civil tenemos también un compromiso con la paz desde lo cotidiano, este es tiempo de reconciliación.