Colombia a lomo de mula. Un homenaje al maestro Alfredo Molano Bravo.

«Escribir para mí es templar mis más secretas cuerdas y por eso tengo que borrar hasta traspasar la hoja, hasta encontrar el tono de la pasión por la vida y por la belleza que tiene la gente con la que me topo.»

Alfredo Molano Bravo.

¿Por dónde comenzar a contar la huella que el maestro Molano ha dejado en jóvenes como nosotros?, ¿Por sus obras, sus travesías, sus aportes a la construcción de paz territorial?, con la cabeza convertida en una bola de lana muy enredada, la mejor manera de desenredarla es comenzar para que vayan tomando forma este tejido de historias que tienen cómo punto de encuentro a un pionero en contar historias sobre Colombia rural de desde la voz de sus protagonistas. Sin embargo, como desde alguna orilla tengo que comenzar, diré que este colombiano fallecido el pasado 1 de noviembre de 2019 inspiró a toda una generación de científicos sociales a salir del escritorio y la biblioteca, para sentipensar a Colombia, abrir los oídos y el corazón para relatar historias de personas sencillas, valientes y altamente resilientes. Por la profunda influencia que deja su vida en nuestra impronta como 3colibrís, le hacemos un homenaje a este hombre.

Académico rallado con la academia, sociólogo de formación y periodista por vocación, Alfredo estudió sociología en un momento clave del siglo XX para los movimientos sociales de todo el mundo, en el furor de la guerra fría, a finales de la década de los sesenta e inicios de los setenta. En mayo del 68 Francia estaba convulsionada por la desigualdad social, en mayo de 68 franceses salieron a movilizarse en contra del consumismo, las perversas consecuencias del capitalismo salvaje y para defender la igual de género. Los países latinoamericanos vivieron entre dictaduras militares, Pinochet en Chile, Videla en Argentina, Strossner en Paraguay, Barrientos en Bolivia, Alencar en Brasil, Bordaberry en Uruguay, mejor dicho, los únicos que no tuvimos dictadura militar fuimos los colombianos, quizá lo reconocemos así porque nunca hemos sabido que es una democracia, quizá nuestras dictaduras son de otro tipo.

Por su parte, en Colombia había nacido a finales de la década de los 40 lo que conocemos como la época de La Violencia, con el asesinato del líder político liberal Jorge Eliécer Gaitán, dando origen a uno de los momentos más crudos de nuestra historia reciente que traería consigo el origen del conflicto armado más duradero de la historia mundial reciente y al nacimiento de varios grupos guerrilleros, cargado de polarización, sevicia, matanzas sin motivos, desigualdad, exclusión los más pobres llevando del bulto ¿Te suena conocido?, en este contexto mundial y nacional tan convulso Alfredo sentía que no tenía sentido practicar una sociología ortodoxa del método, del distanciamiento emocional extremo, una sociología inocua que no se ensucia las manos para ponerse en el ligar de quiénes toma como objeto de estudio, para él la academia debe estar al servicio de las personas, sentipensando el territorio como decía el maestro Fals Borda.

Lo mejor que le puede pasar a un escritor que ha tenido un encuentro con la academia es perder el miedo a no tener la razón, a no sabérselas todas, en esa humildad y el reconocimiento de que los grandes relatos se construyen con otros Molano encontró su estilo y de cierta forma se encontró a sí mismo. Desde su juventud buscó retratar de la manera más fiel la historia de quién han estado envueltos en el conflicto armado colombiano, poniéndose en el lugar de los campesinos, colonos, indígenas y afrodescendientes, de quiénes ahora se conoce un poco más, y hasta hace algunos años no se consideraba que fueran ciudadanos.

Con una fluidez y un estilo literario envidiable, del que sabe contar historias con la verdad, verdad, Molando reivindicó la voz de los marginados para que dejaran de ser el exótico objeto de estudio para los científicos sociales y pasen a ser una pieza clave para armar el rompecabezas del Estado- nación colombiano. Entre algunas de sus obras están En medio del Magdalena Medio (2009), Ale dejo esos fierros (2009), Rebusque mayor: Relatos de multas, traquetos y embarques (1997), Trochas y fusiles (1994), los años del tropel (1985), valiosas contribuciones para entender cómo Colombia se ha configurado en un país tan violento.

Existe una diferencia abismal entre teorizar sobre un territorio y vivir un territorio, cómo una vez dijo Alfredo en una entrevista “Yo no hablo de nada que no conozco, todo lo que escribo viene de lo que he vivido”. Andando en lancha por el Magdalena Medio, a lomo de mula por el Tolima, a pie por la sierra nevada, entre las montañas del Macizo, por trochas en la serranía de la Macarena, por los caseríos del Catatumbo, cruzando los ríos caudalosos del Amazonas, así este intrépido se ganó el cariño y la confianza de otros colombianos, que serían los protagonistas de sus historias.

Alfredo nos acercó a nuestra Colombia para dejar de pensar que existe una “otra Colombia” o “Colombia lejana”, porque si seguimos mirando a Colombia desde Bogotá únicamente, siempre nos parecerá lejana. Abrió la reflexión sobre las múltiples formas que existen de vivir la colombianidad, que ninguna es mejor que otra o más válida, por el contrario, cada identidad resguarda fabulosas historias y anécdotas dignas de ser contadas.

Molano nos recordó a quiénes somos hijos de la urbe que tierra y territorio no son los mismo. Existen paraísos inimaginables que son protegidos por valientes hombres y mujeres, para quiénes más que un trozo de tierra se trata de defender territorios que configuran su identidad, sus raíces, su arraigo y sus medios de vida, porque sin oro podemos vivir, pero, sin agua jamás, a ellos y ellas no los podemos dejar solos en su lucha que ha costado miles de vidas. Alfredo prendió la llama del periodismo con sentido social, compasivo y comprometido con la verdad.

En una etapa más reciente de su vida Alfredo hizo grandes contribuciones a la construcción de la paz, vinculándose a una de las instituciones de Gobierno que nacieron con los Acuerdos de Paz para acompañar a las víctimas, a través de un sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición. Este sistema dio origen a tres instituciones hermanas:

1. La Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), que se encarga de investigar y juzgar a integrantes de las FARC, fuerza pública y a terceros que han participado en el conflicto armado.

2. La Unidad de Atención y Reparación Integral de Víctimas (UARIV) que dicta medidas de asistencia, atención y reparación de víctimas del conflicto armado interno, que funciona en cercanía al primer punto de los Acuerdos, el de Reforma Rural Integral teniendo cómo punto de encuentro la ley de víctimas (Ley 1448 de 2012).

3. Por último, la Comisión de la Verdad, para el esclarecimiento de la verdad, es un órgano extra judicial cuya duración va hasta 2021 para responder a la pregunta ¿Qué fue lo que pasó durante el conflicto armado?, en 2021 se espera que a través de un gran informe se cuente a los colombianos porqué y cómo nos hemos estado matando. También, se busca dar voz a quiénes por tantos años han tenido que callar sus pérdidas con el conflicto armado, el quehacer de la Comisión está cargado de sentido simbólico.

Hasta su muerte, Alfredo fue uno de los once comisionados de la Comisión de la Verdad, trabajó bajo la dirección del jesuita Francisco de Roux, no pudieron haber escogido a alguien más comprometido para hablar con la verdad que Molano.

La historia de vida de Molano nos inspira, porque nos enseñó que tiene sentido construir relatos  desde los territorios, que la paz en Colombia tiene que ser territorial.

Gracias maestro.

*Imagen de portada tomada de El Tiempo.

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