Este es un sencillo y sentido homenaje a quienes nos alimentan con esperanza, los campesinos y campesinas. ¿Qué tanto conoces sobre sus historias de vida?
Surco el campo con esperanza,
mi vida es sencilla, sin mucho ruido, con trabajo duro y muchos sueños,
rezo para que mi cultivo salga bien, que las plagas no me lo dañen,
que el verano sea clemente y que las lluvias sean moderadas,
rezo para poder vender mi producido a buen precio para poder comprar el vestido de la primera comunión de la niña.
Mi historia es modesta, no roba portadas de diarios, vivo en familia rodeado de montañas, que me hacen sentir que somos ricos, aún cuando hace falta para la carne en el almuerzo,
mi mayor tristeza sería dejar mi finca, pero es que entre violencia y pobreza se llevan a mis hijos para un bando u otro, para mi son iguales, los dos me dan miedo,
así como están las cosas no veo como cumplirle a mis hijos sus sueños de ser doctor y profesora.
Mis manos son gruesas y mis uñas casi siempre tienen el color de la tierra que trabajo,
mi cara está enrojecida por el sol que me abraza a diario y me acompaña en la jornada.
Cada sábado mi familia y yo nos vestimos de gala para salir al pueblo a comprar mercado y conversar con los paisanos sobre técnicas de cultivo, la vida, la familia y los bajos de precios de compra del cultivo,
preocupa un poco, pero la agricultura es la tradición de la familia, es lo que sé y me gusta hacer,
es lo que me enseñaron mis papás, donde hemos aprendido que el café y el plátano pueden ser buenos vecinos, si uno se pone las pilas le dan plata y alimento.
Soy madre y padre, hombre y mujer,
soy negro, mestizo, blanco, indígena,
soy hijo e hija,
pero por encima de todo soy esperanza,
escúchame!