Por Ana Prada.
Soy de la capital, más rola que una almojabana con chocolate, soy afortunada porque pude estudiar lo que me gusta en un país dónde pocos se dan este lujo y no he vivido el conflicto armado de manera directa, aunque cuando vives en un país en guerra ella te toca y te conmueve profundamente.

Fuente: 3colibrís.
Cuando estaba en la mitad de mi carrera tenía claro mi proyecto de vida: iba a ser la “jefe”, ahorraría para un apartamento en la capital, encontraría al príncipe azul, me casaría y viviría feliz para siempre con una vida estable y tranquila. Pero como la vida lo pone a uno dónde tiene que estar, viví un tiempo en la región hermosa, Nariño, conocí historias de campesinos e indígenas que además de sembrar alimentos siembran esperanza, que tienen sueños que han sido menguados por la violencia, la incapacidad del Estado de tomar decisiones realmente equitativas y el flagelo de narcotráfico.
Esta experiencia cambió completamente mi proyecto de vida, y así terminé conociendo lugares inimaginables de mi país y enamorándome de sus territorios, sus paisajes, sus personas y sus historias. En mis andanzas he descubierto que mi proyecto de vida va por lo rural, apoyando al campesino y lo alternativo. Con los Acuerdos de Paz muchas personas, hemos depositado nuestra confianza en la promesa de una país distinto y hemos inscrito nuestro proyecto de vida en la construcción de esa Colombia en paz con la que soñamos. Sé con conocimiento de causa que somos bastantes los colombianos que nos estamos preparando profesional y personalmente para un escenario de posacuerdo y que con empeño será posconflicto armado. No creo que de alguna manera la guerra y la muerte traigan paz, creo en el perdón y la reconciliación, de los que las víctimas han dado a Colombia una gran lección.
Cuando en las elecciones pasadas ganó el abstencionismo, porque no ganó el NO, ganó con un 63% el abstencionismo, sentí que ganó el miedo, el egoísmo, la pereza y la indiferencia. Me sentí realmente triste, porque creía que mi proyecto de vida se iba al carajo, ¿Cómo apostarle al campo en un país que no le importa y que prefiere perpetuar la guerra antes que ceder espacios a quiénes piensan distinto?

Fuente: 3colibrís.
No estoy segura de a quién va a llegar esta carta, pero quiero cerrar diciendo, no están solos ni solas en la construcción de paz existimos personas que nos la jugamos por la construcción de una Colombia digna y soberana, además, todo este proceso ha movilizado emociones y acciones bellísimas en las personas de a pie como yo, perdonar y reconciliarte con quien te ha hecho daño y a quién has herido, porque la paz también está en las pequeñas decisiones, como la decisión de enamorarte de tu país y permanecer enamorado.
¡Para el campo la paz y para la guerra nada!

Fuente: 3colibris.